martes, 7 de agosto de 2007

CONOCE una de las personas importantes de mi vida

Esperanza Félix

Mujer luchadora

Esperanza Félix Herrera nació el 6 de octubre de 1957 en La Vega, Republica Dominicana. Mujer abnegada que desde muy temprana edad comenzó a trabajar para sostener a su familia de origen humilde pero muy decente, al decirnos esto hacia especial énfasis en esta palabra.

Mientras recordaba aquellos días sus ojos se llenaban de nostalgia, no fueron fáciles me decía, memorando esos momentos de sacrificios por sus seres queridos.

Sus estudios primarios los realizo en una escuela primaria allá en La Vega, y a pesar de que asegura que esta no llevaba nombre o simplemente no lo recuerda, de sus labios surge de repente, con extrema dulzura y como quien agradece con el alma, un nombre poco común en una frase mas bien infantil, ¨ mi profesor Enemecio Peña Morel¨ que buen hombre me decía. Entre ademanes y sonrisas provocadas por buenos recuerdos vigilaba afanosamente el almuerzo que estaba preparando.

Continúo contándome su historia y a sus primeras vivencias estudiantiles agrego otro colegio Don Luis Despradel –me enseñaron mucho allí también - me comenta, Al conversar con ella hacia varios paréntesis en los cuales se reía a carcajadas por algún chiste de su actual pareja, o gritaba desde la cocina hasta la sala –Félix enciende el radio que hay mucho silencio. Seguía hablándome y entonces entre risas otra vez decía bríndame Félix, de un traguito de ron con soda que tenia guardado en la nevera, estaba atendiendo a todo pero jamás se alejo de su guiso, le preocupaba que quedara exquisito. En sus ojos se veía el deseo de impresionar.

La entrevista tuvo lugar todo el tiempo en su cocina, muy poco nos movimos de allí, ese día era un típico domingo dominicano, almuerzo, música, uno que otro traguito, reunión familiar, en fin días que a ella le encantan, siempre recibe gustosa a su familia los fines de semana.

Al continuar conversando y entre mas paréntesis retomamos su historia, me contaba que la convivencia con sus padres y hermanos fue buena, tuvo una infancia feliz, observe que no mentía puesto que no titubeaba, eso hace cuando no es honesta.

Es la tercera de siete hermanos, lo cual me reafirmo con sus ojos aclaratorios defendiendo el hecho de que no es la mayor hasta mas no poder, luego frunció el seño, su gesto era digno de carcajadas, diciendo me a poner mas vieja?

Me comento que fue novicia por ocho años en el Colegio Inmaculada de La Vega, hasta que su padre la obligo a abandonarlo porque no confiaba en las monjas, de pronto su semblante cambio, explicaba las razones del abuelo Tomás como si todavía no las entendiera y al referirse a el su voz se escuchaba diferente, no con temor, sino, como si ya no está alguien a quien se amó y respetó con fuerza. Se denota en sus palabras el dolor de su partida a pesar de más de 10 años transcurridos.

Me dijo también que trabajaba en las mañanas en el colegio de recepcionista y en la tarde estudiaba, en un tono como quien hace alarde de su buen sentido de la responsabilidad y al mismo tiempo me insistía – pruébame la comida – estaba preocupada por su buen sazón.

A los 18 años se mudo para la capital de la República, Santo Domingo, observaba el techo o mas allá haciendo memoria para responder correctamente, vivió en casa de su hermana mayor. Comenzó a trabajar en Almacenes Generales, su primer trabajo de verdad, se sentía cómoda allí porque aprendió a desenvolverse mejor con las personas y adquirió conocimientos que antes no tenia.

En el transcurso de los años conoce a Gustavo Rodríguez, se muestra esquiva con este tema, ya no hace paréntesis para mirarme. Fue su esposo desde los veinte y cinco años y padre de sus dos hijos. Tuvo un matrimonio como tantos otros feliz al principio y luego ya no tanto.

Mientras me hablaba de su experiencia matrimonial su voz se escuchaba en un tono bajo y entre cortado, como quien no quiere abundar para no recordar una etapa de su vida con la que soñó fuera perfecta pero que a la larga no resulto un cuento de hadas.

Muy a pesar de que acepta, aun sin mirarme a los ojos, que su matrimonio no resulto y que se arrepiente en cierto sentido, da gracias a Dios por el fruto de aquella unión, sus dos hijos: Auryn y quien les cuenta esta historia. Se nota la dificultad que representa responder ciertas peguntas y hablar del día que decidió terminar con todo y mudarse de la casa, dejando allí sus dos niños como dice ella con voz maternal, que a pesar de ser mayores ya para una madre siempre es difícil romper el cordón umbilical.

De repente evade el tema, y continua hablándome de su trabajo el cual tuvo que dejar después de 16 años, arquea una ceja y medio sonríe y me dice: - es que hay cosas que el cuerpo no aguanta por mas de 10 años- .

Esperanza no continuo con sus estudios académicos pero tampoco se quedo estancada, de repente abre la nevera y saca su traguito, estudió estilismo y puso su ¨saloncito¨ , me dice llena de admiración propia y con el ego hasta el cielo ¿ tu no te acuerdas de todos mis diplomas? Reí por dentro. Y continúa preparando su ensalada rusa.

Hicimos después otro de sus paréntesis, para por fin almorzar, sus ojos me decían que ya no estaba para preguntas.

Al retomar la entrevista llegamos al tema de su segundo esposo Pedro López Llano, le causa tristeza hablar de él, hace un tiempo murió, visiblemente afectada recuerda el día de su muerte cuando lo encontró en la casa de ambos sin vida, que día tan oscuro aquel, prefiere no recordar.

Dice con voz penosa, -pobre Pedro tan bueno que fue conmigo – que pena que ya no este con nosotros, pero la vida continua su rumbo y cada quien tiene que ponerse de pie, me dice esto como para no sentirse culpable por intentar ser feliz otra vez, con Félix su actual compañero. En sus ojos y su voz se nota que le aterra quedarse sola.

Recordó lo que vivió en esos días, su semblante volvió a cambiar y se torno turbio y desolado no podía creer lo que había pasado en ese entonces, estaba sola otra vez. Además mucha gente no se porto bien.

La brisa fresca que entraba por la puerta de la sala amenizo nuestra conversación y entre sonrisas y carcajadas y muy a pesar de las remembranzas y anécdotas tristes continúo respondiendo mis preguntas.

En el transcurso de nuestra conversación y sus carcajadas, cada vez que tomaba una fotografía sin aviso previo, existía un dilema: asistir o no a un compromiso familiar, a veces entre preguntas y respuestas reinaba el silencio y la preocupación. Era el cumpleaños de su sobrina, tenia que ir pero no tenia deseos, era un domingo para estar en casa me decía.

En su sonrisa note tranquilidad, aquella que provoca el sentirse estable, esa que emanaba cada vez que su novio la piropeaba, me dijo que se siente bien, hasta hace poco no estaba así.

Compartía anécdotas de sus hijos con él mientras estábamos allí, su rostro se llenaba de orgullo y sus ojos irradiaban ese brillo especial que tienen las madres en la mirada. De pronto le da un arrebato y se dirige a la habitación de allí sale diciendo – basta de fotos sin pintarme la boca – jamás se ha fotografiado, ni sale a la calle sin maquillaje.

Entonces tuve que fotografiarla con su pose de modelo. Con voz burlona me dijo: -mucho dure yo sin tirarme una foto, ven aquí en mi camita- y es cierto bastante aguanto.

Es que eso es parte de su personalidad.

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