miércoles, 23 de mayo de 2012

La Espera

Mi error fue sentarme en el sillón rojo de la esquina izquierda del salón a esperar que volviera, aun cuando no hubo un adiós.
Un día mientras esperaba muy cómoda en aquel regazo escarlata, tal vez víctima de la insípida cotidianidad, me descubrí acostumbrada a mirar hacia la puerta, ya sin sobresaltos por las tantas decepciones, ya sin que se dilataran mis pupilas al menor ruido. Ese día de lluvia me di cuenta que daba igual tantas cosas, que avisara o no, si aun existe o no. Me pregunto de que sirve un corazón que no espera? De que sirve un corazón que se acostumbra? Mientras encuentro una respuesta seguiré aquí inmersa en la mas absorta cotidianidad, arropada en la costumbre, viendo pasar mi presente sin futuro desde el rincón del salón, sumergida en los brazos de Morfeo y mi cómodo sillón rojo.